La decisión de consagrarnos puede
ser nuestra pero el ser aptos para esa consagración solo depende de Dios.
Solo
la sangre del carnero los santificaría. V 21 “Y
con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás
sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de
éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras
de sus hijos con él.”
Si nosotros queremos consagrarnos a
Jesucristo debemos tener fe. Por la fe somos justificados. Romanos 5: 1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;”
Por nuestra condición de pecadores
no podríamos ser consagrados pero a través de la sangre de Cristo somos
justificados. Romanos 5: 8-9 “Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. 5:9 Pues mucho más, estando ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira.”
Satanás siempre esta acusándonos de
lo que hicimos en un pasado pero es La sangre de Cristo la que nos protege de
las acusaciones y tentaciones. Apocalipsis 12: 10-11 “Entonces oí una gran voz en el cielo,
que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios,
y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de
nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche. 12:11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y
de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte”
Es Dios mismo quien elige a quien ha
de ser consagrado a través de su espíritu y la sangre de Cristo. 1 Pedro 1: 2 “elegidos según la presciencia de Dios
Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre
de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.”.
La sangre de Jesucristo nos limpia
de pecado para ser dignos de estar ante su presencia. Apocalipsis 1: 5 “y de Jesucristo el testigo fiel, el
primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos
amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,”
Dios quiere familias enteras a su servicio
solo si Jesucristo gobierna en nuestra casa nuestros hijos también serán
consagrados. La vestimenta es la que identifica a una persona. La unción de Aarón
debía transmitirse a sus hijos. Éxodo 29: 29 “Y las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de
sus hijos después de él, para ser ungidos en ellas, y para ser en ellas
consagrados.”
Para servirle a Jesucristo es
necesario tener una forma de vida agradable a Dios. 1 Timoteo 3: 1-3 “Palabra fiel: Si alguno anhela
obispado, buena obra desea. 3:2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; 3:3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;”
Debe ser ejemplo de servicio en su
casa. Si no sabe comportarse en su casa tampoco lo podrá hacer en la iglesia. 1
Timoteo 3: 4-5 “que
gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda
honestidad 3:5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo
cuidará de la iglesia de Dios?)”
Dios es quien nos escoge para que
fuéramos santos y de esta forma consagrados para su servicio. Efesios 1: 4 “según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,”
Solo Jesucristo nos justifica
delante del padre y nos hace dignos de servirle solo a través de su sangre preciosa
podemos calificar para que el mismo nos consagre para él.
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