Del latín prior (“anterior”), la prioridad hace referencia a la anterioridad de algo respecto
de otra cosa, ya que sea en tiempo o en orden. Aquel o aquello
que tiene prioridad se encuentra primero en comparación con otras personas o cosas.
Las prioridades se
establecen, por lo tanto, a partir de una comparación. Una prioridad es
algo importante frente a otras cosas y, de esta forma, recibirá más recursos o
será atendido con mayor celeridad
Vivimos de prioridades. Un ejemplo podría ser. Cuando
salimos a la calle nos preocupamos por peinarnos muy bien, con esto sentimos
que todo nuestro cuerpo está bien. Cuando ponemos las cosas primeras primero,
todo lo demás cae en su lugar de manera más natural y confortable. Cuando
nuestras prioridades están fuera de orden, podemos sentirlo. Cuando las
cosas están fuera de lugar, la vida se siente un poquito fuera de balance, y
vivimos como de una manera desalineada.
Piensa en las implicaciones del
principio del “primero peinarnos” en tu vida espiritual.
Cuando Dios está primero en tu vida, todo lo demás cae en su lugar adecuado más
rápido. Cuando ordenas tu tiempo, ministerio, trabajo, amistades y finanzas con
las prioridades correctas, la vida es mucho más fácil. También es más
productiva y satisfactoria.
Siempre en la vida debe haber cosas más importantes por hacer que
otras, muchas personas pierden mucho tiempo en cosas que no son muy importantes
y dejan de hacer lo que si representaba beneficio o utilidad.
El orden de prioridades para un cristiano es: primero Dios,
segundo la familia, tercero el trabajo y por último el ministerio. No porque
sea el ministerio menos importante que los demás. Antes por lo contrario, si
estamos bien en todo lo anterior entonces podemos estar bien en el ministerio.
En la vida cristiana Jesús debe ocupar siempre el primer lugar,
esta siempre por encima de nuestra propia vida. V 23 “Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
Nuestra familia está en segundo nivel comparándolas con Jesús. Mateo
10: 37 “El que ama a padre o madre más que a mí, no es
digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;” el que amemos menos a nuestra
familia que a Cristo no significa que los debemos deshonrar o descuidarlos,
antes por lo contrario debemos ser testimonio delante de ellos.
Dejar a Cristo en segundo lugar es lo mismo que avergonzarse de él.
V 26 “Porque el que se avergonzare de mí y de mis
palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria,
y en la del Padre, y de los santos ángeles.”
La principal prioridad
de los cristianos es llegar a Dios, sólo así podrán tener éxito al tratar de
llegar a otros. Sin que los cristianos practiquen una relación íntima con Dios
mismo. Es difícil llegar a tener el verdadero éxito.